EL SECRETO DE NAZARET (tomado de Catholic.net)
A. Canto y saludo inicial
B. Invocación
del Espíritu Santo
C. Lectura de la Palabra de Dios
11Vino a
los suyos,
y los suyos no la recibieron.
12Pero a todos los que la
recibieron
les dio poder de hacerse hijos de Dios:
a los que creen en su
nombre (Jn 1, 11-12).
40El niño crecía y se fortalecía, lleno de
sabiduría; y la gracia de
Dios estaba sobre él.
41Sus padres iban todos
los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua.
42Cuando tuvo doce años,
subieron ellos como de costumbre a la
fiesta […]
51Bajó con ellos y
vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre
conservaba todas estas cosas
en su corazón. 52Jesús crecía en sabiduría,
en estatura y en gracia ante Dios
y ante los hombres (Lc 2, 40-41.51-52).
D. Catequesis
bíblica
1. Vino a los suyos. ¿Por qué la familia debe elegir un
estilo de vida? ¿Cuáles son los nuevos estilos de vida para la familia de hoy en
relación al trabajo y la fiesta? Dos pasajes bíblicos describen el modo con el
cual Jesús nuestro Señor vino entre nosotros (Jn 1, 11- 12) y vivió en una
familia humana (Lc 2, 40-41.51-52).
El primer texto nos presenta a Jesús
que habita en medio de su gente: «Vino a los suyos, y los suyos no la
recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de
Dios: a los que creen en su nombre». La Palabra eterna sale del seno del Padre,
viene entre su gente y entra en una familia humana. El pueblo de Dios, que
hubiera debido ser el seno que acogiera al Verbo, se muestra estéril. Los suyos
no lo acogen, es más, lo quitan de en medio. El misterio del rechazo de Jesús de
Nazaret se sitúa en el corazón de su venida entre nosotros. Pero a los que lo
acogen «les dio poder de hacerse hijos de Dios». Al pie de la cruz, Juan ve
realizado lo que proclama al inicio de su Evangelio. Jesús, «viendo a su madre y
junto a ella al discípulo a quien amaba» (Jn 19, 26), entrega a la madre el
nuevo hijo y encomienda la madre al discípulo amado. El evangelista comenta: «y
desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa» (19, 27). He aquí el
«estilo» que Jesús nos pide para venir entre nosotros: un estilo capaz de acoger
y engendrar.
Jesús pide que la familia sea lugar que acoge y genera la
vida en plenitud. Esta no da sólo la vida física, sino que abre a la promesa y a
la alegría. La familia es capaz de «acoger» si sabe preservar la propia
intimidad, la historia de cada uno, las tradiciones familiares, la confianza en
la vida, la esperanza en el Señor. La familia es capaz de «engendrar» cuando
hace circular los dones recibidos, cuando custodia el ritmo de la existencia
cotidiana entre trabajo y fiesta, entre afecto y caridad, entre compromiso y
gratuidad. Este es el don que se recibe en la familia: custodiar y transmitir la
vida, en la pareja y a los hijos.
La familia tiene su ritmo, como el
latido del corazón; es lugar de descanso y de impulso, de llegada y de partida,
de paz y de sueño, de ternura y de responsabilidad. La pareja debe construir el
clima antes de la llegada de los hijos. La casa no puede quedar desierta a causa
del trabajo, sino que la familia deberá aprender a vivir y a conjugar los
tiempos del trabajo con los de la fiesta. A menudo deberá hacer frente a
presiones externas que no consienten elegir el ideal, pero los discípulos del
Señor son aquellos que, viviendo en las situaciones concretas, saben dar sabor a
cada cosa, incluso a lo que no se logra cambiar: son la sal de la tierra.
Especialmente, el domingo debe ser tiempo de confianza, de libertad, de
encuentro, de descanso, de compartir. El domingo es el momento del encuentro
entre hombre y mujer. Sobre todo es el Día del Señor, el tiempo de la oración,
de la Palabra de Dios, de la Eucaristía, de la apertura a la comunidad y a la
caridad. Y así, también los días de la semana recibirán luz del domingo y de la
fiesta: habrá menos dispersión y más encuentro, menos prisas y más diálogo,
menos cosas y más presencia. Un primer paso en esta dirección es ver cómo
habitamos la casa, qué hacemos en nuestro hogar. Es preciso observar cómo es
nuestra morada y considerar el estilo de nuestro habitar, las decisiones que
hemos tomado, los sueños que hemos cultivado, los sufrimientos que vivimos, las
luchas que sostenemos, las esperanzas que albergamos.
2. El secreto de
Nazaret. En esta aldea de Galilea, Jesús vive el período más largo de su
vida. Jesús se hace hombre: con el paso de los años atraviesa muchas de las
experiencias humanas para salvarlas todas: se hace uno de nosotros, entra en una
familia humana, vive treinta años de absoluto silencio que se convierten en
revelación del misterio de la humildad de Nazaret.
Las palabras que abren
el pasaje delinea con pocos rasgos el «secreto de Nazaret». Es el lugar para
crecer en sabiduría y gracia de Dios, en el contexto de una familia que acoge y
engendra. «El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia
de Dios estaba sobre él». El misterio de Nazaret nos dice de modo sencillo que
Jesús, la Palabra que viene de lo alto, el Hijo del Padre, se hace niño, asume
nuestra humanidad, crece como un muchacho en una familia, vive la experiencia de
la religiosidad y de la ley, la vida cotidiana marcada por los días de trabajo y
por el descanso del sábado, el calendario de las fiestas. El «hijo del Altísimo»
hace experiencia de la fragilidad y de la pobreza, es acompañado por los
pastores y por personas que expresan la esperanza de Israel. Pero el misterio de
Nazaret es mucho más: es el secreto que ha fascinado a grandes santos, como
Teresa de Lisieux y Charles de Foucauld.
En efecto, las frases que
cierran el episodio dicen que Jesús «bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía
sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su
corazón. Jesús crecía en sabiduría, en estatura (madurez) y en gracia ante Dios
y ante los hombres». He aquí el misterio profundo de Nazaret: Jesús, la Palabra
de Dios en persona, penetró en nuestra humanidad durante treinta años. Las
palabras de los hombres, las relaciones familiares, la experiencia de la amistad
y de la conflictividad, de la salud y de la enfermedad, de la alegría y del
dolor se convierten en lenguajes que Jesús aprende para decir la Palabra de
Dios. De dónde vienen, si no es de la familia y del ambiente de Nazaret, las
palabras de Jesús, sus imágenes, su capacidad de mirar los campos, el campesino
que siembra, la mies rubial, la mujer que amasa la harina, el pastor que ha
perdido a su oveja, el padre con sus dos hijos. ¿Dónde aprendió Jesús su
sorprendente capacidad de contar, imaginar, comparar, rezar en la vida y con la
vida? ¿No vienen acaso de la inmersión de Jesús en la vida de Nazaret? Por esto
decimos que Nazaret es el lugar de la humildad y del ocultamiento. La Palabra se
esconde, la semilla baja al centro de la tierra y muere para dar como don el
amor mismo de Dios, es más, el rostro paterno de Dios. Este es el misterio de
Nazaret.
3. Los vínculos familiares. Jesús vive en una familia
marcada por la espiritualidad judía y por la fidelidad a la ley: «sus padres
iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de Pascua. Cuando cumplió los
doce años, subieron como de costumbre a la fiesta». La familia y la ley son el
contexto en el cual Jesús crece en sabiduría y gracia.
La familia judía y
la religiosidad judaica, una familia patriarcal y una religión doméstica, con
sus fiestas anuales, con el sentido del sábado, con la oración y el trabajo
diario, con el estilo de un amor de pareja puro y tierno, permiten comprender
que Jesús vivió a fondo su familia.
También nosotros crecemos en una
familia humana, dentro de vínculos de acogida que nos hacen crecer y responder a
la vida y a Dios. También nosotros llegamos a ser lo que hemos recibido. El
misterio de Nazaret es el conjunto de todos estos vínculos: la familia y la
religiosidad, nuestras raíces y nuestra gente, la vida cotidiana y los sueños
para el mañana. La aventura de la vida humana parte de lo que hemos recibido: la
vida, la casa, el afecto, la lengua, la fe.
Nuestra humanidad la forja
una familia, con sus riquezas y sus miserias.
E. Escucha del
Magisterio
La vida de familia conlleva un estilo singular, nuevo,
creativo, que hay que vivir y saborear en la pareja y transmitir a los hijos a
fin de que transforme el mundo. El estilo evangélico de la vida familiar influye
dentro y fuera del ámbito eclesial, haciendo brillar el carisma del matrimonio,
el mandamiento nuevo del amor a Dios y al prójimo. De modo sugestivo, Familiaris
Consortio n. 64 nos exhorta a redescubrir un rostro más familiar de Iglesia,
adoptando «un estilo de relaciones más humano y fraterno».
Estilo
evangélico de la vida en familia
Animada y sostenida por el
mandamiento nuevo del amor, la familia cristiana vive la acogida, el respeto, el
servicio por todo hombre, considerado siempre en su dignidad de persona y de
hijo de Dios.
Esto debe ser así, ante todo, dentro y a favor de la pareja
y de la familia, mediante el compromiso diario de promover una auténtica
comunidad de personas, fundada y alimentada por la interior comunión de amor.
Esto debe desarrollarse después dentro del ámbito más vasto de la comunidad
eclesial, en la cual la familia cristiana está insertada: gracias a la caridad
de la familia, la Iglesia puede y debe asumir una dimensión más doméstica, es
decir, más familiar, adoptando un estilo más humano y fraterno de
relaciones.
La caridad va más allá de los hermanos de fe, porque «cada
hombre es mi hermano»; en cada uno, sobre todo si es pobre, débil, sufre y se le
trata injustamente, la caridad sabe descubrir el rostro de Cristo y un hermano
al que hay que amar y servir.
Para que la familia viva el servicio del
hombre según el estilo evangélico, será necesario poner en práctica con todo
cuidado lo que escribe el Concilio Vaticano II: «Para que este ejercicio de la
caridad sea verdaderamente irreprochable y aparezca como tal, es necesario ver
en el prójimo la imagen de Dios, según la cual ha sido creado, y a Cristo Señor,
a quien en realidad se ofrece lo que al necesitado se da» (AA 8).
[Familiaris
Consortio, 64]
F. Preguntas para la pareja de esposos y para el
grupo
PREGUNTAS PARA LA PAREJA DE ESPOSOS
1.-¿Nuestra familia
es un lugar que acoge y engendra la vida en plenitud en las distintas
dimensiones humanas y cristianas?
2.-¿Qué decisiones tomamos para que la
familia sea espacio para crecer en sabiduría y gracia de Dios?
3.-¿Qué
tipo de vínculos familiares, afectivos, religiosos, alimentan el crecimiento de
la pareja y de los hijos?
PREGUNTAS PARA EL GRUPO FAMILIAR Y LA
COMUNIDAD
1.-¿Cuáles son los nuevos estilos de vida para la familia
de hoy entre trabajo y fiesta?
2.-¿Qué opciones y qué criterios guían
nuestra vida diaria?
3.-¿Qué dificultades comunicativas y sociales se
deben afrontar para hacer de la familia un lugar de crecimiento humano y
cristiano?
4.-¿Cuáles son las dificultades culturales que se encuentran a
la hora de transmitir las formas de la vida buena y de la fe?
G. Un compromiso para la vida familiar y social
H.
Preces espontáneas. Padre Nuestro.
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