viernes, 14 de septiembre de 2012

Para qué nace este blog...

Desde que se realizó el encuentro mundial de familias, quedé anonadada con el lema "la familia, lugar de fiesta, trabajo y perdón" pero lo que mas me impactó, fue unir la familia a la fiesta, pero no en sentido de diversión sino en un profundo sentido que se desarrolla en el extenso articulo que  pongo aquí abajo y vale la pena leer y degustar con tranquilidad casi en clima de oración...
También porque tenemos un grupo de matrimonios que aún no tiene claro y allanado el rumbo, intentamos ser un grupo de oración, luego de formación, también de acción para ocasiones especiales como acontecimientos pro vida, fiestas patronales...en todos los casos con los hijos presentes pero no integrados, entonces es donde yo creo está la clave de nuestra misión, deberíamos ser un grupo de familias, mas que de matrimonios, seguros de querer crecer en la fe cristiana, junto a nuestra familia y a la comunidad, personalmente he visto blogs con experiencias familiares impresionantes que nos servirán de inspiración para ir perfilando nuestra vocación en forma más concreta, compartir la fe nos compromete y requiere oración y acción, veremos por donde nos lleva el Espíritu Santo...
Este blog nace para compartir la fiesta inigualable de ser familia...

El trabajo y la fiesta
Logo_Fam_Mi_home_thumbAsí llegamos a la fiesta, un tema que por desgracia no es típicamente económico, aunque sí muy importante para la vida económica. Si el ser humano es un animal social y simbólico, la vida humana necesita también la fiesta; y mientras trabajar sea vivir, también el trabajo necesita y necesitará siempre la fiesta. Por eso hoy la economía y el trabajo deben reconciliarse también con la fiesta.
El esfuerzo y el trabajo humano no son enemigos de la fiesta ni del domingo, nunca lo han sido. Sus verdaderos adversarios son los estilos de vida basados en el consumo y en la búsqueda del beneficio y la renta, que terminan por someter a los trabajadores robándoles tanto el domingo como la fiesta. Quienes viven y aman el trabajo, también viven y aman la fiesta y sus tiempos.
La economía capitalista no entiende la fiesta por los mismos motivos por los que no entiende el don auténtico: la fiesta es esencialmente un asunto de gratuidad y de relaciones. Me limitaré a decir algunas cosas sobre la fiesta en el trabajo, aunque podrían decirse muchas cosas sobre el valor de la fiesta en sí misma, en la familia, en la iglesia y en la vida civil.
Pero ¿qué es la fiesta? Su etimología viene de la misma raíz que feria (arcaico fesia), los días de feria, días laborables (esto ya debería resultar muy expresivo para el razonamiento que estamos haciendo sobre el trabajo y la fiesta). Según otra interpretación, derivaría del griego banquete, pero un banquete en el que se acoge a los invitados (si no hay al menos un invitado la fiesta no es plena). En particular, la festia era el hogar, que tiene relación con el sánscrito vastya: casa. Así pues, la fiesta tiene que ver con el trabajo y con la casa.
También es interesante la diferencia entre el significado de la fiesta y el de la diversión, una palabra que viene del latín “divergere”, es decir dirigir la mirada hacia otro lado. Mientras que existe una sinergia y una amistad entre los ámbitos de la fiesta, la familia y el trabajo, la diversión es mirar hacia otro lado, sobre todo distraerse del trabajo, pero también de la familia y de las relaciones.
La economía capitalista y consumista conoce y necesita la diversión (pensemos en el negocio que genera), pero tiene miedo de la verdadera fiesta, no la entiende, porque la fiesta es cosa de relaciones no instrumentales y de gratuidad (casa y hogar), dos categorías extrañas y ausentes de la actual ciencia y praxis económica, porque son experiencias subversivas para cualquier poder. Al no entender la fiesta, tampoco entiende la feria, el trabajo, como ya he dicho. Aunque es cierto que existe una distinción entre trabajo y fiesta y es importante preservar los lugares y sobre todo los tiempos y los días de fiesta, aún es más importante recordar que en estos tiempos de carestía de la verdadera fiesta existe una enorme indigencia de fiesta dentro del mundo del trabajo y la economía. El traje de fiesta debe ser también el traje limpio del trabajo.
Pensemos, por poner un ejemplo de la vida diaria, lo importante que es en las empresas celebrar los cumpleaños, las bodas, las cenas juntos, las enfermedades superadas y sobre todo el nacimiento de los niños: son ritos esenciales en todo lugar humano. En todas las civilizaciones, según nos dicen los antropólogos, los ritos sirven para crear vínculos, para consolidar la pertenencia a un cuerpo, para sentir que hay en común algo más profundo que los contratos o los intereses. Por eso, una señal clara y fuerte de que se está deteriorando la calidad de las relaciones en un lugar de trabajo es cuando empiezan a descuidarse y olvidarse los nacimientos, las bodas, los ascensos, las cenas en Navidad o en otros momentos fuertes del año. Un verdadero empresario, por ejemplo, sabe por instinto que lo último que debe recortar, incluso en tiempos de crisis, son los regalos de Navidad a los empleados, porque si recorta esos costes empieza a recortar el capital inmaterial del que después carecerá o será muy frágil, precisamente en los momentos difíciles de las crisis. Muy distinta es la situación, que conozco personalmente, en la que el empresario comparte con todos sus empleados la crisis que está viviendo y son los mismos empleados quienes proponen recortar esos costes en regalos. En tal caso, la herida del recorte se convierte en una bendición porque hace crecer el vínculo social. Pero estas cosas ocurren cuando los empleados ven que durante la crisis también el empresario hace, como ellos, una experiencia de pobreza y gracias a ello puede surgir la fraternidad entre todos que exige esa igualdad que las crisis pueden crear. Los seres humanos, sobre todo cuando trabajan, necesitan mucho más que dinero para dar lo mejor de ellos mismos. La fiesta refuerza estos vínculos más fuertes que los contratos, porque es expresión del registro simbólico de los pactos. El puesto de trabajo es un lugar humano donde se sufre y se disfruta no sólo para obtener el salario, sino para dar sentido a nuestra presencia en el mundo, a nuestra vida de años en ese lugar y con esas relaciones.
¿Qué más diré sobre la fiesta? Me referiré brevemente a tres aspectos para después ir a la conclusión.
a) La fiesta tiene necesidad del trabajo, no solo porque, como he tratado de sugerir, la dimensión de la fiesta es inherente a un trabajo verdaderamente humano y ético, sino también porque los tiempos del trabajo marcan los ritmos de la fiesta y viceversa. De aquí se deriva una consecuencia que considero muy relevante, incluso políticamente: cuando uno está en paro o sub-ocupado, no sólo pierde el trabajo sino también la fiesta, ya que la fiesta sin trabajo nunca es verdadera y plena fiesta, para la persona y para la familia. Y viceversa. Cuando quien trabaja no conoce la fiesta, deja de trabajar para hacer la experiencia del esclavo, aunque esté muy bien pagado. En cambio, cada vez es más normal que las grandes empresas capitalistas contraten jóvenes, con un sueldo excelente, automóvil de lujo y promesas de una fulgurante carrera, pero a un precio (invisible pero muy real) demasiado alto: renunciar a los tiempos de la fiesta y, a la larga, a los tiempos de la vida. Cuando no se respetan los tiempos de la fiesta y por ello los de la familia y la vida, tal vez dejando espacio sólo a la diversión, en estos trabajadores se van secando poco a poco los pozos de los que se extrae la energía para el trabajo, y se encuentran, pocos años después, exprimidos y exhaustos como personas y como trabajadores. Es muy urgente crear nuevos trabajos y proteger también institucionalmente a los más frágiles (en tiempos de crisis hay que fortalecer, no debilitar, la tutela del trabajo, porque en estos momentos la gente necesita señales simbólicas de confianza pública), entre otras cosas porque creando trabajo sostenible se crea también la posibilidad de la fiesta. Es elocuente que, ante la crisis, los gobiernos cada vez tengan más tentaciones de quitar los días de fiesta y a veces (como en Portugal) lo consiguen.
b) La fiesta, además, es uno de los momentos en que, tanto en la familia como en el mundo del trabajo, se da valor a las personas que durante la actividad laboral son menos valoradas: personas menos eficientes pero con talentos artísticos y relacionales; o, en el ámbito familiar, los niños, que no solo son en muchas ocasiones el motivo de la fiesta sino también sus principales protagonistas. Por otra parte, la fiesta es indispensable en los momentos de crisis, como nos recuerda también la gran cultura bíblica, ya que en los momentos de la prueba (en el trabajo y en la familia) la fiesta vuelve a alentar las ganas de vivir y de luchar juntos. Por eso, en las cooperativas y en la economía social, civil y de comunión, por ejemplo, se organizan muchas fiestas, porque éstas nacen de la fraternidad que ya existe y la recrean y fortalecen. Por eso la fiesta no es verdadera si durante la fiesta seguimos prisioneros de roles, estatus y jerarquías.
c) La fiesta necesita tiempo y eso lo saben bien quienes organizan fiestas en casa, o también en la parroquia y en las comunidades y lugares de trabajo. La fiesta, cuando es verdadera fiesta, no puede comprarse, sino en una mínima parte, en el mercado; hay que autoproducirla. La fiesta se produce y se consume juntos. Por eso exige trabajo, porque una buena fiesta hay que prepararla, vivirla; lleva trabajo y en las comunidades tradicionales sobre todo trabajo femenino. En mi familia la forma de la fiesta del domingo era distinta para los hombres y para las mujeres. Las mujeres trabajaban más en las fiestas, pero no por eso dejan de vivir la fiesta, aunque lo hicieran de forma distinta; vivían la fiesta también trabajando. Hoy en las familias se celebra poco, entre otras cosas, porque ya no puede ser solamente la mujer – que no cuenta con la ayuda de otras mujeres, como en las comunidades tradicionales – la que trabaje para la fiesta. Solamente un trabajo y una preparación compartidos entre hombres y mujeres harán que la fiesta hoy sea sostenible y no demasiado escasa.

Conclusiones

Concluyamos. La familia no presta hoy un buen servicio a la economía consumiendo más, sino consumiendo menos, es decir consumiendo menos mercancías y creando más bienes: más bienes relacionales, bienes espirituales, bienes de proximidad que, además, son bienes esenciales para la recuperación y el desarrollo económico.
Hoy la familia debe lanzar, con la vida pero también con las palabras, mensajes concretos al mundo de las instituciones. Quiero reseñar tres de estos mensajes:
1. Los bienes económicos no siempre son buenos. Las familias conocen por vocación natural y porque lo experimentan en su propia carne y en su propia alma, los grandes fracasos espirituales, sociales y económicos que está produciendo un consumismo que llena con mercancías el vacío de relaciones. Hoy hay muchas, demasiadas, pobrezas y tragedias debidas a la indigencia de relaciones, que se intenta llenar con el juego, loterías, alcohol, televisión y comida (para adultos y cada vez más para niños). Las familias y las asociaciones familiares deberían luchar por una moratoria de la publicidad dirigida directamente a los niños (en los últimos 20 años la facturación de la publicidad para niños ha aumentado en Europa más de 100 veces; los niños son demasiado valiosos para dejarlos en manos de los mercaderes con ánimo de lucro), pero también de la publicidad de los juegos de azar (es muy preocupante la difusión de loterías, apuestas y juegos on-line, un fenómeno - el regreso de la diosa pagana “fortuna” – que cuenta con la complicidad y connivencia de los gobiernos, que mina de raíz el humanismo cristiano y occidental que nació afirmando que “la virtud supera a la fortuna”). Batallas civiles que no pueden delegarse enteramente en la política y en las leyes, sino que deben ser sostenidas desde abajo por las familias, premiando a las empresas y a quienes realizan gestos virtuosos (tal vez con una marca de calidad otorgada por asociaciones familiares), que después pueden extenderse a más amplia escala.
2. “No tienen vino”: la familia dice y recuerda que se vive mal e incluso se muere no sólo por falta de pan, sino también por carestía de “vino”, es decir de fiesta. Esta es, tal vez, otra de las muchas enseñanzas del gran relato evangélico de las “Bodas de Caná”, donde Jesús realiza su primer milagro precisamente durante una fiesta de bodas (fiesta, familia y trabajo), y lo hace porque faltaba algo que muchos pueden considerar superfluo, al no ser el vino un bien de primera necesidad. Pero para la fiesta hace falta también vino y para la vida hace falta fiesta, familia y trabajo: esto lo sabía y lo sabe bien la cultura campesina y artesana. La familia sabe que también cuando se viven momentos de pobreza y de crisis, la fiesta (el “vino”) es indispensable, no menos que el pan, para encontrar cohesión espiritual y fuerza moral para seguir viviendo, para realizarse y volver a ponerse en camino. Sólo superaremos las crisis, incluida esta crisis económica y social, si sabemos volver a aprender a hacer fiesta, es decir volver a encontrar las ganas de vivir y crecer juntos, el sentido de pertenencia a un destino común, el entusiasmo, que es la principal energía de las empresas y del mundo del trabajo.
3. Para terminar, un tercer mensaje fuerte que las familias deben dirigir al mundo y a la economía actual, enferma de consumismo, hace referencia a la pobreza. La pobreza es al mismo tiempo una plaga de la humanidad (cuando no es elegida sino causada por otros o por las circunstancias de la vida), pero es también una palabra del evangelio y por lo tanto también un camino de felicidad y florecimiento humano, cuando es libremente elegida, cuando la pobreza se declina como sobriedad y como renuncia al dominio de las mercancías y del dinero por la libertad de los bienes relacionales y espirituales y de la gratuidad. El consumismo es cada vez más un estilo de vida, casi una religión, que seca en las personas las fuentes de la transcendencia, de la vida interior. Las familias conocen las tragedias de la pobreza, pero también conocen la bienaventuranza de la sobriedad, la belleza de no tenerlo todo inmediatamente, la importancia no sólo del “ya” sino también del “todavía no”. Por eso deben hacer todo lo posible, incluso juntas, incluso políticamente, para derrotar la miseria y la indigencia de muchas familias (los datos nos dicen que la miseria en el mundo la sufren sobre todo los niños y las mujeres), que hoy están aumentando de nuevo en el corazón de las sociedades opulentas. Hay que luchar contra las muchas formas de pobreza, pero no para optar por un estilo de vida consumista sino para poder elegir, libremente, una vida sobria y de comunión. Hay que recordar que la primera y más eficaz manera de derrotar la miseria y la exclusión es creando trabajo. Esta es también la vocación cívica y moral e la empresa y del empresario. Sobre el valor de la pobreza elegida, pensemos también en los niños. Los niños que no aprenden esta libertad y esta pobreza “buena” (y los adultos que no la aprenden y enseñan cada día), es decir los que no son ni siquiera un poco pobres porque lo tienen todo ya, pierden el deseo y la capacidad de sorprenderse. Les roban la infancia, aunque estén rodeados de cosas y de consumo (precisamente por eso), porque la infancia es el tiempo del deseo y de las sorpresas, que después alimentarán los sueños y los proyectos generativos de la vida laboral adulta. La fiesta necesita, al igual que el don, de una cierta pobreza, ya que si siempre es fiesta, termina por no ser fiesta nunca. La pobreza, la falta de algo (no de todo) hace que la fiesta sea fiesta porque es esperada, porque en ella llegan regalos que llenan, al menos en parte, esa indigencia. Sólo esta bella pobreza del evangelio genera y alimenta el deseo, que es la energía de la vida: “Muchacho gracioso, esta edad tuya, florida, es como un día de alegría lleno, día claro, sereno, que precede a la fiesta de tu vida” (Giacomo Leopardi, El sábado de la aldea).

4 comentarios:

  1. hola Laura! Sou portuguesa, mãe de sete crianças (uma delas já está no céu) e gosto muito do teu blog, que me inspira e me anima a continuar a evangelizar. Gostava de te convidar a visitar o nosso blog familiar, http://umafamiliacatolica.blogs.sapo.pt/. Acho que vão gostar! Acho importante partilharmos experiências a partir de países tão diferentes! Nós vamos divulgar o vosso blog também, tudo para glória de Deus! Bienvenidos!
    Que Deus continue abençoando o vosso trabalho e a vossa família, Teresa Power

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Qué emoción Niall, muchas gracias por tus lindas palabras ya me paseo por tu blog, es tan hermoso compartir la fe!!! y es cierto tenemos países con culturas muy diferentes pero nuestra Madre Iglesia cuánto nos hermana e iguala. un saludo y gracias otra vez. El Buen Dios te bendiga a vos y tu familia.

      Eliminar
  2. Hola Laura, te escribo desde México y te felicito por tu blog. Te envío mi mail porque me gustaría entrar en intercambio de información contigo.
    Tienes toda la razón al decir que nuestra Madre Iglesia nos une.
    Yo trabajo en el Instituto Juan Pablo II pata la Familia y me parece que tienes el perfil exaaacto para poder estudiarla en linea...te interesa? norma.anahuac.mx
    Norma Tamez

    ResponderEliminar
  3. Muchas gracias Norma por tu comentario, adoro a México aunque no lo conozco en vivo y directo, me parece fascinante. Te escribí un mail, me dice que la dirección puede no ser válida por eso te escribo aquí. No entendí claramente lo que podría estudiar en línea, por eso me gustaría que nos pongamos en contacto. Un saludo. Laura

    ResponderEliminar